¿Cómo razonamos?

         Aristóteles en su Metafísica nos dice que el hombre anhela por necesidad saber o conocer la verdad. Todos somos unos inquietos en la búsqueda de la verdad en todos los niveles. No nos da igual la verdad que la mentira. Queremos conocer lo que son las cosas. Si nos dan un comestible nos interesa saber si produce la salud o la muerte, y no nos da igual lo uno que lo otro, por ejemplo.

      A la facultad humana que busca la verdad lo podríamos llamar la ciencia del hombre, la episteme, frente a la loxa u opinión. Platón hablaba de los grados del saber, y decía que uno debe ir subiendo desde la mera opinión hasta el conocimiento no ético, es decir, al conocimiento epistémico, hacia lo científico, que conoce realmente lo que son las cosas. Es decir, el grado máximo de saber en el hombre es científico y un grado inferior es el de la mera opinión.

      La Ciencia es esa dimensión del hombre racional que trata de buscar la verdad. Para alcanzarla el hombre lo que hace es construir sistemas. Un sistema en el fondo es un conjunto ordenado, completo y coherente, donde todas las piezas están perfectamente trabadas unas a otras y dan respuesta a los interrogantes que sobre surgen. Si hablamos del Sistema Solar hablamos de un conjunto de planetas, una estrella, sus órbitas, las fuerzas… todo ello comprendido armónicamente en un todo sistemático. De hecho, algunos planetas no han sido descubiertos por observación directa, sino porque en ese sistema faltaba alguna pieza para que todo tuviera coherencia. Primero sobre el papel, geométricamente se describe la presencia de otro posible planeta. Luego se apunta hacia allá y se descubre. Esta dimensión humana trata de armonizar y sistematizar, es la Ciencia. Pero para que un sistema sea tal debe se completo y de alguna manera continuo, es decir, que no haya simas en el conocimiento. Si a la repuesta de por qué esta mesa está aquí se responde que porque hay bosques en Canadá, podríamos argumentar que desde aquella causa hasta ésta hay un montón de causas intermedias que me impide ver la realidad coherente de este sistema, demasiadas simas en medio. La Ciencia intenta conectar una causa inmediatamente con otra de modo que todo esté armónicamente conectado, evitando los saltos. La mitología por ejemplo era una exposición lleno de saltos. Si la causa de una tormenta es el enfado del Dios Apollo, mi razón me advierte que desde esa exposición hasta lo que veo existe un salto que mi razón lo considera improcedente.

Algunos ven en la Capilla Sixtina a Dios Padre envuelto en un cerebro. ¿Dios sólo está en nuestra mente?

         Pero hasta aquí, que todo parece elemental, surge un primer elemento de prejuicio. Si todo ha de ser continuo, quiere decir que para explicar una causa material, sus causas deben ser materiales. Por tanto la Ciencia empírica se cierra a la trascendencia porque supondría un salto y por tanto una forma de proceder no estrictamente científica.

El prejuicio que se obtiene es que de la razón humana hay que erradicar todo aquello que sea metaempírico, como si hubiera dos ámbitos completamente separados, Ciencia Empírica y Trascendencia, la primera verdad, la segunda mentira porque no es cognoscible en nuestro sistema racional.

(Extraído de la Crisis de la Razón de Pablo Domínguez)

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