Pi, fe en el caos

     Hay muy pocas ocasiones en las que las Matemáticas son utilizadas y simbolizadas en el cine, y es que las referencias matemáticas son siempre puntuales y vinculadas a biografías de científicos famosos (como en "Una mente maravillosa"), o bien son documentales hechos a propósito para la enseñanza de conceptos concretos (como la serie "Más por menos"). Por eso, como matemático que soy, encontrar una película cuyo argumento sea en sí mismo matemático es todo un lujo que no hay que desaprovechar (realmente hay muy pocos caso: “Cube”, “Pi: fe en el caos”, “Moebius”...). 


     Con un escaso presupuesto, "Pi" es una película plagada de imágenes incómoda que logran reflejar de forma magistral una existencia enfermiza, obsesiva y autodestructiva plasmada en un contundente blanco y negro y acompañada de una banda sonora que, combinada con las imágenes, funciona como un fármaco psicótico.


     Este film es elogiable por muchos motivos, pero en especial hay que reconocer la temeridad de su creador a la hora de poner en imágenes un tema tan árido como puedan ser las relaciones de un matemático desequilibrado con el medio que le rodea y su progresiva e irremediable obsesión con la teoría de los números. 

     He de reconocer que algunos fragmentos de la película pueden resultar muy paranoicos, pero es increíble la cantidad de simbolismos que de ellos pueden sacarse. Además aparecen elementos relacionados con unas Matemáticas no muy complicadas que, en muchos casos, lo hacen con un sentido metafórico.

     El protagonista, Max Cohen, es un ser obseso perseguido por ser el "portador de la verdad", pero también condenado por su propio cuerpo a pagar el precio de tan valioso objeto. Cada vez que se encuentra cerca de la solución, su mente se resiste, se ciega, y como ha hecho de su vida un universo cerrado, controlable, manejable y predecible, la migraña no sólo lo ataca a él, sino a todo lo que le rodea. La migraña es la resistencia del cuerpo y la realidad a dejarse controlar por esquemas numéricos, en donde la imaginación no tendría lugar.

     Aparecen en escena dos sectores de la sociedad con interés en poseer en exclusiva esta dichosa serie numérica. Por un lado los poderes religiosos, representados por los miembros de una secta judía, que ven en este conocimiento el medio para alcanzar a Dios, y por otro lado los poderes económicos, representados por un grupo de financieros de Wall Street que necesitan el número para asegurar sus ganancias. 

     En cierta manera, la posesión del número representa obtener el poder absoluto, tanto a nivel espiritual como material. Lo que en mística sería conocer a Dios, en ciencia sería poder predecir resultados de fenómenos caóticos, que es lo más parecido a la omnisciencia divina. Y parece ser que todo está detrás de una cantidad de 216 cifras (216 es 6x6x6, ¿otro símbolo?)

     El papel de la niña chinita que pregunta con su calculadora representa la ingenuidad del mundo profano hacia las cuestiones matemáticas profundas, quizá un símbolo de que el desconocimiento puede resultar más satisfactorio que el estudio profundo. La escena final en la que el matemático sonríe tras un "no lo sé" me lleva a pensar esto. Quizá el hombre sólo pueda ser feliz en su ignorancia.    



Pi, fe en el caos - 1998

     Al final, Max acaba destruyendo o ignorando este conocimiento. Interpreto que supone una pesada carga para el hombre, limitado y finito, y que sólo puede ser feliz a través de la ignorancia. Como un Icaro moderno, Max termina quemándose al acercarse demasiado a su sol particular, el conocimiento absoluto de las leyes que rigen el universo. 
     Probablemente ninguno de nosotros estemos destinados a conocer aquello que Max busca, y que acaba derrotándole, pero sin duda la curiosidad entra en juego cuando por ejemplo vemos las formas geométricas que se adivinan en los caparazones de las tortugas, las espirales logarítmicas dibujadas en las conchas de los caracoles, o las circunferencias perfectas que forman nuestras pupilas, unas circunferencias cuyo radio y longitud están relacionados íntimamente a través de un número de infinitas cifras decimales al que llamamos pi para abreviar, y unas pupilas a través de las que conocemos el mundo, pero… ¿lo conocemos realmente?, ¿lo podemos llegar a comprender?

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